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A Camara Lenta (ArgxChile/UKxChile) Cap. 2

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02. Vale la pena

Cuando despertó, Manuel estaba recostado contra las sábanas suaves de la cama de alguien que no reconocía como sí mismo, a pesar de que la primera impresión que tuvo fue la de estar en casa, por el color negro de las paredes. Siente que la cabeza le duele y que su alrededor da vueltas y entonces abre los ojos con sosiego, atraído por el olor a tabaco que inunda la habitación y las luces débiles desde el techo.

Manuel intenta incorporarse, aunque el estómago se le apriete y la garganta se le seque; cree que si sigue ahí, alguien va a abrirle la boca y obligarle a comer. Y por Dios, que no quiere hacerlo.

Apoyando las palmas cuidadosamente, así se levanta. Ve primero el velador a su costado derecho, después la ventana y las cortinas blancas; agacha la mirada y en el piso hay una alfombra del mismo color como hilada a mano. Le parece un detalle dulce. Sigue recorriendo, aún con los ojos nublados. Hay un armario al frente y es tan grande, que Manuel está seguro que no es el único en ese cuarto, además, hay ropa doblada a los pies de la cama a su lado.

Hay una cama a su lado.

Se tensa y siente miedo. Las mejillas se le calientan al mirar al chico sentado sobre almohadas grises que tiene un cigarrillo en la mano y bota el humo que llega hasta su nariz. Manuel se sorprende cuando le ve sonreír y enarca las cejas, él no conocía a ese hombre rubio ubicado a su frente.

- Buenas noches –murmura y Manuel tiene el presentimiento de que su frase está llena de cinismo y veneno.

- ¿Quién erí tú?

Es lo primero que puede formular sin caer otra vez en la inconciencia y lo dice porque Manuel odia convivir con alguien que no conoce. Ni siquiera le vio al llegar. A veces hasta se olvida de que ya no está en su casa nunca más.

- Mi nombre es Arthur, Arthur Kirkland, un gusto. ¿Tú eres Manuel? Elizabeta y el argentino te llamaban así cuando intentaban darte de comer.

No contesta, baja la cabeza.

- Eso fue asqueroso.

- Tienes razón. Cuando te obligan a comer es aún mucho peor.

- Sí… -está de acuerdo. Muy de acuerdo.

Arthur sonríe, aplastando el cigarro contra el cenicero de cristal sobre la mesita. Echa un vistazo a Manuel, que intenta sentarse con las piernas abiertas y acurrucar las manos entre los muslos, porque todavía todo se da vueltas en su cabeza, incluso los recuerdos.

- Fue una brutalidad –opina él, acomodándose a tipo indio en la cama y Manuel sigue cada movimiento con los ojos, pero no contesta- Elizabeta cree que aquí todo el mundo está bajo sus órdenes, se parece a una dictadura, pero no es tan lista como cree. Ayer vomité todo el almuerzo y ni cuenta se dio –Arthur dice como orgulloso- O ya no quiere hacerlo. Probablemente cree que soy un caso perdido. ¿Por qué la gente se cansa de mí, Manuel? ¿Alguna vez te lo has preguntado?

- La gente no se cansa de mí… -Manuel murmura con mucho cuidado, enredando los dedos entre ellos aunque no está seguro, porque si…

- Si no se cansaran de ti, ¿por qué tu familia vino a botarte a esta mierda?

Exactamente eso.

Porque si a su madre o a su padre le interesase lo que ocurriese con él, nunca le habrían dejado solo en ese lugar frío y solitario; en vez de eso estaría en casa, caliente en su cama, cerca de la estufa, oyendo la lluvia caer y escribiendo poesía. Nada de eso está pasando ahora. Entonces Manuel cierra los ojos con fuerza y levanta la cabeza para que Arthur lo mire; irónicamente se siente protegido con la mirada tan dura y cálida, a la vez, del chico rubio. Es como si le hiciese pensar.

Tiare fue la única persona que nunca se aburrió de él, que nunca se cansó de estar junto a él, que nunca le gritó ni se alejó porque simplemente se hartó de tolerar la personalidad de Manuel. Quizá, porque Manuel era el hombre más dulce a su lado. A sus ojos. A su boca, a sus manos, a su cuerpo entero.

Y Manuel, con el pensamiento dudoso en la cabeza Mi hermana fue la única que nunca se cansó de mí, sonríe abiertamente, como hace semanas no lo hace.

Tan curioso es que Arthur haya sido el único capaz de sacar una sonrisa de esos labios resecos por el vómito y la falta de agua.

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- ¿Lo dejaron con el inglés? ¿A quién puta se le ocurrió?

- ¿Por qué estas como, tan alterado? Son los dos únicos hombres y la habitación de Arthur es lo suficientemente grande como para compartirla con Manuel. Además, es peligroso dejar al nuevo solo…

- No, Catalina, más peligroso es dejarlo con el chabón ese. ¿Cuánto lleva acá? ¿4 años? Manuel es un pibe que acaba de llegar, no sabe nada de los trucos que inventa el cejotas para que hagamos como que creemos que ha engordado. –Martín alardea, hace gestos con las manos, porque está enrabiado y cree que todo esto es una mierda. ¿A quién se le ocurre dejarlos juntos? Arthur es un veterano que no ha querido salir de ahí porque la bulimia y las drogas no se lo permiten y porque el papá paga bien para que nadie se entere de él. Manuel, en cambio, es un niñito que lo único que necesita es ayuda y una buena guía para lograr salir adelante; Arthur simplemente está hasta el fondo de la bulimia porque no quiere salir de ella, lo hace por llamar la atención.

Martín cree en eso firmemente.

- No tenemos como opción cambiarlo, de todas maneras –Elizabeta se inmiscuye en la conversación, mientras bebe de su vaso lleno de soda naranja, frunciendo los labios por lo ácido y por el pensamiento del niño castaño que cruza su mente. Es conflictivo y desordenado, un desadaptado social, igual que Arthur. Para ella hacen la pareja perfecta- No debería preocuparte tanto.

- Me preocupa como me preocuparía cualquiera de las bebas.

- Las bebas –repite Catalina sin poder dejar de reír.- ¿Desde cuándo le tomó tanto cariño a las niñitas? Usted es nuevo aquí, señorito.

Martín sonríe un poco por lo de señorito, agitándose el cabello. No es que él crea que realmente lo es, pero sentir que alguien le pone atención y hasta le halaga, es una sensación que el argentino no cambiaría por nada del mundo.

- Che, voy a cumplir el año. Ya casi, faltan como… tres semanas.

- Pero aún no, así que no tienes voz ni voto en esta casa. Manuel se queda con Arthur porque Catalina y yo lo hemos decidido de esa manera; ¿quién sabe? En una de esas se hacen amigos, a mí se me hacen bien parecidos.

Martín hace una mueca de desagrado, tomando la taza de café y soplando porque está caliente; Catalina simplemente se encoge de hombros, dónde dormirá Manuel no debería estarles causando tantos problemas como los que ya provoca, no debería tener un espacio importante en la cabeza de cada uno. Y sin embargo, ahí está, flota en el ambiente, en la situación tensa que se ha convertido su palabrería escasa, está ahí, reflejado en el espejo en que Martín se mira, y es incómodo.

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El papá de Arthur se llama Thomas Kirkland, es un respetado senador de la República de la Unión Demócrata Independiente. Tiene 47 años, es separado y es padre de otros cuatro hijos, que viven con la mamá de Arthur. El señor Kirkland nació en Chile, pero su papá (el abuelo de Arthur) es originario de Inglaterra y llegó al último país del mundo por allá por los años sesenta, en pleno Estado Benefactor nacional. Se quedó a formar una familia en Santiago, conoció a una chica de la elite chilena y se casó, tuvo a Thomas y Graciela, pero Graciela murió cuando tenía siete meses, entonces siempre fue como si Thomas hubiese sido hijo único.

Desde un principio amó la política, por la gran influencia que había tenido desde generaciones atrás, costumbre que heredó a Thomas y que éste, a su vez, esperó entregar a todos sus hijos –y todos hombres, es una curiosidad tremenda-. De los cinco muchachos, las cosas se distribuyeron así: Scott Kirkland, el mayor, se dedicó a la economía y trabaja ahora en el sector de finanzas de una municipalidad de un sector alto de Santiago. Luego vienen los gemelos: Dylan y Joshua. Ambos se decidieron por la matemática y son ingenieros comerciales. Después de ellos, el siguiente es Arthur. Arthur y su mente histriónica.

Si a Thomas y Trinidad les preguntaran acerca de la personalidad de Arthur, ellos estarían de acuerdo en decir que su hijo fue un buen niño hasta que cursó el segundo medio, entonces todos sus planes de ser alguien importante cayeron al suelo. A la mierda la política y los estudios. Arthur sólo quería escuchar punk, tocar la guitarra, ir a recitales y amanecer borracho o drogado con sus nuevos amigos; dejó la escuela y luego sobrevinieron todos los otros problemas. Para ese entonces, su padre comenzaba la campaña para ser elegido senador y no le convenía que se supiera sobre su pequeño hijo.

Arthur fue aislándose en su propio mundo, en el ron, en el vino, las cervezas, la heroína y más, luego cayó en una depresión horrible que terminó por desencadenar la bulimia que le mantiene hace cuatro años en este centro de rehabilitación.

Ésa es su historia.

Ah, y olvidaba a su hermano menor. Se llama Peter. Ahora debe tener como 13 años, es una molestia, no quisieran saber sobre él.

- Así que mejor cuéntame la tuya.

Manuel parpadea un poco, mirando la hora en el reloj que está encima de la mesa. No le quiere decir a Arthur, pero tiene sueño y son pasadas las una de la madrugada. Se tapa la boca para acallar el bostezo, está cansado y al mismo tiempo sorprendido.

- ¿No creí que es demasiado pronto pa contarte mi historia de vida?

- Yo no tuve reparos en decírtela, Manuel.

- Pero tú erí tú po, yo necesitaría más tiempo. Además, ¿cachaste que hora es? Súper tarde, son más de las una. Arthur, estoy muerto de sueño.

- Oh y no te lo dije, mañana hay que levantarse temprano porque hay escuela. Supongo que Elizabeta no te lo comunicó… bueno, pequeño, estabas tan concentrado en vomitar la comida que ni cuenta te diste cuando las otras niñas se pusieron a gritar.

Manuel se pone de pie, abriendo el armario. No quiere oír esta vez al rubio, porque no quiere hablar de eso, tampoco. Saca su piyama, que sabe que está ahí porque Arthur se lo dijo. Se quita los pantalones y la polera sin pudor y en minutos tiene puestos los short azules y la polera desgastada, ancha y larga, estampada en la bandera de Gran Bretaña. Cuando Arthur le ve, no puede evitar soltar una risa.

- ¿Te das cuenta, Manuel? Nosotros ya estábamos predestinados.

El menor no hace caso. Abre las sábanas de la cama y se acuesta dándole la espalda.
Ha llegado el momento del día que más ama y se siente feliz de saber que pronto Tiare estará acompañando sus sueños.

O
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Manuel odia estar aquí. Y ni siquiera ha cumplido un día.

Arthur está a su lado masticando el pan con carne de su desayuno que Elizabeta le trajo en un plato blanco de cerámica y Manuel sigue sintiendo asco por el aroma de la fritura. Él no ha probado su sándwich y sabe que hay otras chicas que tampoco lo han hecho; su mirada tranquila y vacía da un recorrido por los rostros cansados de sus compañeras, todas realmente hermosas, pero sin vitalidad. Hay de todo tipo, rubias, morenas, Manuel cree que una chica de cabello rubio ondulado y lentes es especialmente dulce y otras hablan entre sí, comentando algo que no puede entender por la rapidez.

- Come. –Arthur habla de pronto, dándole un codazo, porque viene alguien. Manuel agacha la vista y sólo de reojo alcanza a ver que es el rubio que estaba junto a él ayer, Martín.

Quita un pedazo de su pan y se lo lleva a la boca, saboreándolo.

Casi hiere y Manuel intenta mascar y tragar mientras mueve las piernas, para que luego su metabolismo funcione más rápido.

Martín está agachado contra la silla de una niña de cabellos oscuros y ojos como grises y le habla y le sonríe intentando obtener el mismo resultado en ella, pero no sirve de mucho. Después susurra suavemente Vicky mientras pasa sus dedos entre el pelo, separando las hebras y Vicky toma la leche para calentarse las manos, bebiendo de a poco.

- Es la preferida del argentino –dice Arthur, como despreciativo. No es que le cause celos, es que le repudia el afecto que Martín siente por la niña, porque nadie nunca se ha preocupado así de él- Como es la menor…

- ¿Qué edad tiene?

- 13, creo.

Manuel se queda callado, observando cómo Victoria niega con la cabeza y aleja con sus manos el pan, porque no quiere más.

- ¡Oh, Manuel! Olvidaba preguntártelo. ¿Quién es tu querida en este infierno? ¿Ana o Mía?

¿Para qué contestar algo que ni Manuel se atreve a aceptar? Él nunca diría que tiene una enfermedad, que sufre de anorexia, porque jamás dejó de comer con la intención de estar delgado. Eso sería una desfachatez de un tamaño exageradísimo. Él dejó de comer simplemente porque la comida era mala, porque la comida hizo que Tiare se fuese lejos.

Y Manuel no pudo hacer algo para evitarlo.

Y ahora que mira a Martín, cómo el argentino se ve tan preocupado de una niña que ni siquiera le mira a los ojos –a diferencia de Manuel, que está como pegado a la curva de su mentón-, todas las emociones golpean a fondo dentro de su cuerpecito débil. Y no quiere que se le hagan agua los ojos o volver a llorar enfrente de todos esos extraños.

Pero no puede dejarlo pasar.

Se queda observando a Martín y a Victoria con los ojos color miel llenos de lágrimas, envidiando la cercanía que tienen y el apoyo que Vicky recibe sin siquiera estar al tanto. Anhela en silencio alguna mano acariciando sus cabellos con lentitud y susurrando a su oído que todo está bien, porque Manuel quiere creer que realmente las cosas van a ir bien, aunque sea mentira.

Es por eso que cuando Martín se da cuenta de que Manuel no le quita la vista de encima, deja la cuchara contra el plato que sujeta la leche y le corresponde, sintiendo pena por verle en ese estado. Manuel quiere decirle que no tenga lástima por él, que eso no vale la pena, que ya hasta a veces se acostumbra.

A nadie le importa si estás tirado en la calle, recogiendo los pedazos de algún alma rota. A nadie le importa si estás tirado en la cuneta y Manuel debería dejar el ilusionismo de lado, porque probablemente Martín no sea la excepción.
Hola everyone :3

Well, aquí está el segundo capítulo de ''A Cámara Lenta'', espero que lo disfruten :D Está inspirado en la canción For what It's worth de Placebo, creo que cada capítulo tendrá su tema principal de esta banda -sí, es una de mis bandas favoritas, soy mega fan de Placeboxd-.

Y eso sería :D ¡Ah! Dejo una aclaración por si no conocen la expresión. La manera de decir ''Ana y Mía'' hace alusión a ''Ana - Anorexia'' y ''Mia - Bulimia''.

Ahora sí es todo ^^ Muchas gracias por leer y por sus comentarios anteriores :heart: Todos los personajes pertenecen a sus respectivos creadores y disculpen cualquier mal acento.
© 2012 - 2024 LizaxParker
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mañana tengo colegio pero quiero seguir leyendo Chatroom friendly Ming emote